lunes, 26 de abril de 2010

Desnuda


Y es que me he ido despojando de casi todo, y se hace dificil, incómodo, andar así vulnerable a las miradas de la gente arropada en sus propias prendas, como en un sueño que nunca acaba.

El 15 de abril, en un día mojado del mes de las mil aguas, estrené casa de alquiler. Vacía, hueca, ajena.

Llevo una semana tratando de que esta nueva casa forme hogar, para mí, para mis cachorros que la habitan de lunes a viernes, y no, aun no lo consigo.

Todo es nuevo, duro, distinto. Falta lo viejo, lo mullido, lo de siempre. No nos hallamos en el baño, ni en la cocina, ni en el sillón. Cristalizo mi sonrisa con ánimo de transmitir la ilusión a mis pequeños, pero las cosas que no son de verdad terminan aflorando.

El otro día volvía del trabajo y aparecí en mi casa, en la de siempre, sin querer. Y es que me cuesta desviarme del camino que he surcado durante 22 años.

Me he despojado de mi casa, algo a lo que no creía estar tan apegada.

Me he despojado de mis hijos, dos días y medio por semana, y duele muchísimo más de lo que había llegado a imaginar.

Y casi sin pensar en ello, me he despojado casi por completo de mi vida, de mis costumbres, de mi barrio, de la Dehesa de la Villa. Mi querida Dehesa que me ha dado tanta paz. Paseos llenos de luz, de sosiego.Y la echo muchisimo de menos porque entre tantas cosas importantes no había caído en estas pequeñas cosas que han configurado mi vida.

Me siento desnuda.

Despojada de todo lo mío.

Llevo una semana llorando y arrepintiéndome de los costes que acarrean mi decisión.

En breve, además, me despojan de otras costumbres que me daban chispitas de ilusión.

Me queda algo más que mi propia desnudez?