jueves, 12 de julio de 2012

La mochila

La visita de mi vecino me hace consciente de la falta de actividad.
Son muchos los meses vacíos.
La estabilidad, para bien y para mal, seca las inspiraciones.
Sin embargo llevo desde principios de año iterando sucesivamente para ir poco  a poco llegando al destino definitivo.
Médicos, analíticas, resonancias, placas, electromiogramas, y más analíticas. Hemos pasado de la incertidumbre e incredulidad a un diagnóstico difuso que se debate entre un par de enfermedades casi primas hermanas: ESP (Esclerosis sistémica Progresiva) o EMTC (Enfermedad Mixta del Tejido Conectivo).
Eso es lo que tengo.
Una enfermedad autoinmune.
Parezco un capítulo de House.
Mi sistema inmunitario, en vez de protegerme, se dedica a atacar las células de mi propio organismo.
Está pirado. Y si lo pienso en profundidad es algo muy mío. Toda la vida  luchando con mi propia auto crítica, intentando quererme en vez de culpabilizarme por todo, y ahora, mi sistema inmunitario  hace lo mismo que mi alma. Será posible?
He leído en diagonal reseñas de la enfermedad en Dr. Google. No quiero profundizar.
Se ve feo.
Y me he colgado la mochila que creía que podía soltar en breve. Ahora sé que no puedo desprenderme de ella.
Intento hacer mi vida normal sin que nada me afecte, sin pensar mucho. Solo que la mochila va conmigo. En ella llevo el dolor (ahora de manos y pies) y cosas que van pesando aún sin quererlo.
Se va llenando de miedos. Miedo a cansar a los demás,  a las limitaciones, a la dependencia, a contagiar pesimismo. A no poder, al tiempo y a no estar al 100% con mis cachorros.
Miedo al dolor también.
Sin embargo, he cerrado la cremallera, me la he colgado a la espalda y no pienso abrirla.
Voy a correr hasta que pueda, a reír, a disfrutar, a no profundizar y a aprender a pedir ayuda cuando lo necesite.
Prometo no hablar de ello nunca más.