Estamos de rebajas. Acabando ya. En las segundas o terceras. Chollos, gangas, ofertas... Las formas de pensar también están a la baja. Filosofías de vida a precio de saldo.
Y es que últimamente, al sentirme juzgada, me había propuesto eso tan difícil que es no juzgar a los demás.
Siempre he pensado que las cosas no son como nos parecen ser, que vistas desde el otro lado siempre contienen un matiz que no llegamos a albergar. Soy bien pensada por naturaleza. Si alguien no me saluda por la calle pienso que se olvidó las gafas, que anda despistado o que va inmerso en sus pensamientos. Tiendo a refugiarme en el bien ajeno, quizás como un medio de defensa para ser menos vulnerable.
Hasta ahora pensaba que si conociésemos bien el otro lado, y con esto me refiero a otro ser humano, a las personas con las que interactuamos, si lo conociésemos bien, tenderíamos a pensar y a actuar como lo hace ese otro. Porque tiene unas circunstancias determinadas, una vida, una forma de pensar como consecuencia de unos hechos vividos. Vamos, que ponerse en los zapatos de la otra persona significa, no solo ponerse en los zapatos, sino ponerse el mismo traje, las mismas bragas, vivir en la misma casa, tener los mismos problemas...
En fin, que divago (estamos de rebajas, recuerden), que ahora, esa ausencia de juicio por la que he abogado siempre, se me antoja misión imposible.
Al final, sufrimos decepciones porque medimos con nuestros parámetros las acciones de los demás.
Y si un amigo no hace lo que esperamos de él. Lo que pensamos que nosotros haríamos por él, nos sentimos tristes. Aunque lo escudemos y nos empeñemos en no juzgar.
Si la persona amada no reacciona conforme a tus expectativas, aunque hayas luchado por no creártelas (las expectativas), se produce un vacío de amor porque piensas que no eres correspondido. No quiero juzgar, pero juzgo.
Porque tenemos una forma de actuar y tendemos a pensar que esa forma es la correcta, y queremos que nos correspondan con esa misma forma de pensar y actuar.
En fin, la vida es un asco. A veces.
Y lo único que la salva es el AMOR, y solo el incondicional.