jueves, 28 de enero de 2010

D2


Dos no pelean si uno no quiere ...
y dos no se pueden amar si uno no lo siente.
Así de simple.
Escuchar una canción cómplice es algo de dos.
Mirarse a los ojos y traspasar es algo de dos.
Conversar es algo de dos.
Discutir es algo de dos.
Hacer el amor es algo de dos.
Abrazarse es algo de dos.
Buscar un destino común es algo de dos.






martes, 26 de enero de 2010

DieciDios.


A ver si soy capaz de escribir esto sin que suene demasiado ... freaky.

Por una parte me resisto a darle salida, pero, que narices, no escribo un blog para hablar del tiempo, me gusta volcar en él vísceras y entrañas. El anonimato te hace valiente, pero cuando detrás hay un nombre todo son complejos.

Supongo que todos tenemos días de esos en los que te sientes la única persona que habita el planeta. O quizá no. Quizá unos más que otros tenemos esa sensación de soledad, de incomprensión y de fracaso.

A mí viene ocurriéndome desde los "diecis" (No existe la palabra teenager en español, asi es que me invento los diecis para denominar la época de los dieci6, dieci7, dieci8...)

Mis recuerdos me llevan a ese momento íntimo entre las sábanas, en el que solo habitan los desencantos y tu propio ser, el desconsuelo y a la misma vez el bendito refugio de la soledad.

Como me educaron creyente, y aunque la vida, con el paso de los años, me ha ido haciendo menos ingenua, en los "diecis" me inventé consuelo para esos momentos de abatimiento desgarrador.

Me enseñaron que Dios nos quiere, nos perdona, y así lo imaginé siempre. Imaginé que Dios era alguien que entraba en mi cama y me abrazaba. En esa postura fetal que adoptaba en los momentos de pura mierda, me imaginaba en el regazo de alguien grande que me abrazaba con abrazos apretaos. Lo imaginaba tan tan bien que sentía la presión en todo mi cuerpo.

Y me reconfortaba.

Me aliviaba.

Muchísimo.

Mi madre nunca nos abrazó.

Y los abrazos son medicinas para el alma.

Desde que tengo hijos no ha pasado ningún día de sus vidas sin que los abrace. Y ellos ahora me abrazan a mí. Y cada vez menos tengo que buscar el abrazo etéreo de ese Dios de mis diecis.

Aunque sigo haciéndolo.

lunes, 25 de enero de 2010

Filosofía, no barata, sino tirada.


Estamos de rebajas. Acabando ya. En las segundas o terceras. Chollos, gangas, ofertas... Las formas de pensar también están a la baja. Filosofías de vida a precio de saldo.

Y es que últimamente, al sentirme juzgada, me había propuesto eso tan difícil que es no juzgar a los demás.

Siempre he pensado que las cosas no son como nos parecen ser, que vistas desde el otro lado siempre contienen un matiz que no llegamos a albergar. Soy bien pensada por naturaleza. Si alguien no me saluda por la calle pienso que se olvidó las gafas, que anda despistado o que va inmerso en sus pensamientos. Tiendo a refugiarme en el bien ajeno, quizás como un medio de defensa para ser menos vulnerable.

Hasta ahora pensaba que si conociésemos bien el otro lado, y con esto me refiero a otro ser humano, a las personas con las que interactuamos, si lo conociésemos bien, tenderíamos a pensar y a actuar como lo hace ese otro. Porque tiene unas circunstancias determinadas, una vida, una forma de pensar como consecuencia de unos hechos vividos. Vamos, que ponerse en los zapatos de la otra persona significa, no solo ponerse en los zapatos, sino ponerse el mismo traje, las mismas bragas, vivir en la misma casa, tener los mismos problemas...

En fin, que divago (estamos de rebajas, recuerden), que ahora, esa ausencia de juicio por la que he abogado siempre, se me antoja misión imposible.

Al final, sufrimos decepciones porque medimos con nuestros parámetros las acciones de los demás.

Y si un amigo no hace lo que esperamos de él. Lo que pensamos que nosotros haríamos por él, nos sentimos tristes. Aunque lo escudemos y nos empeñemos en no juzgar.

Si la persona amada no reacciona conforme a tus expectativas, aunque hayas luchado por no creártelas (las expectativas), se produce un vacío de amor porque piensas que no eres correspondido. No quiero juzgar, pero juzgo.

Porque tenemos una forma de actuar y tendemos a pensar que esa forma es la correcta, y queremos que nos correspondan con esa misma forma de pensar y actuar.

En fin, la vida es un asco. A veces.

Y lo único que la salva es el AMOR, y solo el incondicional.